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Interior

noviembre 27, 2009

El interior es una amalgama de roces, tocamientos, olores, hedores, humedades, respiraciones, conversaciones fragmentarias, trajes de poliéster y chaquetas de algodón. Los que están sentados en los asientos cercanos al pasillo reciben los tocamientos no intencionados de traseros y braguetas. Hay un chaval que piensa que ha tenido suerte y desea que los frenos se activen más a menudo. Hay una mujer que mira hacia la ventana, medio tapada por alguien que está sentado junto a ella, para no tener que enfrentarse a una cremallera desabrochada y la visión de unos calzoncillos con flores amarillas fosforescentes. Los que están sentados al lado de las ventanas huyen de la densidad observando el exterior como un lento travelling de carne, hormigón y metal. Por megafonía se anuncia que dentro de la campaña patrocinada por el Estado, EDUCA TU OÍDO, van a ofrecerse unos minutos musicales. Suena una serenata. Por megafonía se realiza una pregunta. El ambiente se llena de nombres que circulan por bocas, oídos y pensamientos. Bach, Mozart, Vivaldi, Sallieri, Bethoveen, Ennio Morricone, Sex Pistols, No me pises que llevo chanclas, Van Halen, Van Gogh, Maradona… Los trasvases que se producen en las paradas no provocan un alivio del espesor. Tan solo se cambia el tatuaje de un dragón rojo por una mejilla con purpurina, puntos negros por un unos labios morados y gruesos, uñas con roña por ennegrecedoras pupilas dilatas, emergentes pelos de rasuradas axilas por dientes amarillentos que marcan el retroceso de las encías. Hay quien busca una percepción de soledad y posa sus ojos en el anuncio de trabajo de la policía, en el de una academia de lenguas, en las páginas chillonas de un periódico gratuito, en el botón de una chaqueta, en el suelo, en un bocadillo de tortilla. Por megafonía se anuncia que las líneas 13, 45, 78, 27 y 84 han visto su tráfico interrumpido por causas ajenas a la compañía, pidiendo disculpas por las molestias. Varios cuerpos resoplan con exasperación. Esto no puede ser, siempre igual, algún día no voy a pagar el puto billete, al final me van a obligar a venir en coche, seguro que ha sido algún loco que se ha arrojado a las vías. Por megafonía se anuncia que la normalidad se reanudará en un tiempo estimado de treinta minutos, volviendo a pedir disculpas por las molestias. Algunos se apresuran a coger sus móviles. Algunos llegan tarde, algunos están en el filo y en la duda sobre si llegarán tarde o no, otros no tienen prisa. Balanceo de los cuerpos cuando la marcha se reanuda. Las carnes presionando otras carnes. Una mujer ha probado el sabor salado de una espalda sudada. Un hombre ha pisado a un niño que rompe a llorar rabiosamente mientras la madre intenta calmarlo con voz nerviosa y afrentada. Un adolescente piensa en los granos de su cara y en el involuntario hombro que los restriega. Un café solo doble se ha volcado sobre una camisa blanca. Un tímido eructo suena cerca de una oreja. Últimas disculpas cuando se detienen en la última parada, antes de la última batalla. Empujones, pisotones, esperas, cedidas de paso, más roces y pequeños golpes cuando las puertas se abren. El transporte público tan solo tarda en rellenarse unos veinte segundos y arranca con el vector de dirección contrario. Por megafonía se anuncia que dentro de la campaña patrocinada por el Estado, EDUCA TU OÍDO, van a ofrecerse unos minutos musicales. Suena un Allegro.