Todo ocurre en un segundo. El disparo y el impacto de la bala. Un segundo que condensa en sonido millones de palabras vertidas sobre el nervio y que formaban el tiempo previo a la condensación, su proceso. Condensación de la que no se fue capaz de controlar la presión. Todo estalla. El impacto es sobre el corazón. Un dedo el que aprieta el gatillo. El gas queda liberado y todo se vaporiza con las crecientes sirenas. Una ambulancia es inútil por lo que cabe suponer que solo es menester poner las esposas, ya que no hay huída sino una asunción de lo hecho surgida de la lógica del sentimiento. Un suspiro de alivio, liberador. Todo ello pese a la detención, pese a la culpabilidad manifiesta y manifestada, sin vacilación, con un deje calmo, en el que se adivina el descanso después de un tiempo tenso, febril, agitado. Es el descanso del culpable, que vacío sube al coche de la policía y mira con ojos perdidos a la muchedumbre que rodea y comenta. Ni siquiera los primeros flashes y focos le perturban. Se ha liberado de sí mismo. Al cabo de los días dirán que era un loco. Pero él sabe que ha dejado salir al diablo, que se lo ha sacado, y que la única forma de hacerlo era mediante un homicidio arbitrario.
Etiquetas: ambulancia, disparos al corazón, el diablo, Microrrelato, muchedumbre, presión, relato, sirenas, vapores sentimentales
May 22, 2012 a las 6:55 am
Matameeee, hazlo mata tu demonio y queda en paz ,hermano
May 30, 2012 a las 9:44 pm
Hasta los ateos tienen sus propios demonios.
Salut
PD: molta calor per aquí baix, no només pel temps sinó per la vergonya dels polítics que tenim.