Archive for the ‘relatos y otros escritos’ Category

La última página

octubre 14, 2020

Lee. Veinte maneras de morir a la vieja usanza. Pasa página. Doce campanadas doce deseos. Lee. Tres fórmulas para eludir el mal de ojo. Pasa página. Cinco plantas que te salvarán la vida cuando seas viejo. Observa la calle. Llueve moderadamente, sin poner en peligro la capacidad de las cloacas. Vuelve a centrarse en las cálidas páginas digitales. Cinco señales que dan cuenta de que eres infeliz sin saberlo. Lee. Diez trucos para no perder el trabajo. Pasa página. Veinte lugares seguros para cuando el Sol se apague. Observa como las gotas hacen carreras a través del cristal de la ventana. Lee. Doce pasos para eludir las enfermedades cardiovasculares. Pasa página. Las diez actitudes que sobrevivirán a la segunda glaciación. Lee. Cinco avisos del cuerpo para señalar que te estás muriendo. La lluvia arrecia oscureciendo los cuerpos y las farolas. Pasa página. Doce ancestros que aun te influyen. Lee. Cinco vías de escape en caso de que explote una bomba en un avión. Pasa página. Tres sencillos ejercicios para que no se te caigan los dientes mientras fumas heroína. La tormenta cesa de manera súbita, dejando como último sonido algún chapoteo lejano. Se centra en la última página. El único modo de olvidarte a ti mismo. Muere.

A toda costa

octubre 3, 2020

Cuatrocientos pavos. Cuatrocientos pavos que solo sirven para alimentar a cuatro bocas en crecimiento, cada vez más grandes, cada vez más calóricas, que mantienen el recuerdo de la carne, el chocolate y las golosinas. Fueron buenos tiempos. Tiempos de más de cuatrocientos pavos sin riesgo de enfermedad. Los deditos señalaban al escaparate y una nube de caramelo se materializaba en las manitas. Era la vida más allá de los cuatrocientos pavos.

Cuatrocientos pavos que van a enfermarle. Es lo que hay. No se puede dejar de respirar, no se puede dejar de comer, no se puede dejar de alimentar a las boquitas. Hay que ir, a toda costa, contra viento y marea. Atravesar las calles, esquivar humanos, autos y motocicletas. Esquivar por cuatrocientos pavos. ¿Esquivar hasta cuándo? Todo tiene un plazo. Esquivar hasta que la mosca entre por la boca porque no siempre está cerrada. El mundo ladra por cuatrocientos pavos.

Hoy se han quedado sin los cuatrocientos pavos unas cuarenta boquitas. Datos actualizados. Mira a su izquierda, nadie. Mira a su derecha, nadie. En su frente espaldas de cuatrocientos pavos. ¿Cuál de ellas no estará mañana? El cántaro se acaba rompiendo porque va muchas veces a la fuente. No es una cuestión de suerte. No es cuestión de seguir las normas, de seguir los protocolos, de mantener la boca limpia. Ha ido a la fuente demasiadas veces. Cántaro viejo.

La luz al final del túnel no es la esperanza, es la muerte. Es dejar sin cuatrocientos pavos a las cuatro boquitas. Sin pan y cebolla. Sin el recuerdo de las golosinas. El mundo se desmorona a plazos de cuatrocientos pavos. Cada día una espalda menos. Cada día uno más que ve la luz al final del túnel. Gotita a gotita la fuente se seca. Gotita a gotita la tierra se raja y engulle sin sentimiento la esperanza de los cuatrocientos pavos. Cuatrocientos pavos. Finitud del hambre.

El mundo contra mi

octubre 7, 2018

Le hubiera gustado presumir de la gran parrillada que promete la recién adquirida barbacoa de piedra, cuya distribución de encimera, campana y repisa de hormigón la hacen única para conseguir el perfecto equilibro de la carne quemada por fuera y sanguinolenta por dentro. Ahora mismo estaría haciéndose un selfie señalando la barbacoa, sonriendo como síntoma de lo maravillosa que es su vida. Lo que ocurre es que ha llovido. Y cuando llueve los frenos de los coches no reaccionan con la misma precisión que en seco y es por eso que le han atropellado y no sabe si se va a morir o no, lo cual le frustra de sobremanera, pues tenía intención de grabar un video en el que salpimentaría la chuleta para provocar que la boca de su comunidad de amigos se hiciera agua.

Mapa interactivo de la muerte

septiembre 3, 2016

Muchas formas hay de morir y ninguna parece agradable. Quizás lo agradable sea ponerse en la piel del agente que causa la muerte. Si es de los que piensa así, déjese sumergir en nuestro mapa interactivo de la muerte, en donde con un solo clic puede elegir cualquier ciudad del mundo, cualquier calle del mundo, cualquier habitante del mundo y desearle o adjudicarle, entre un abanico casi infinito de opciones, fecha y modo de muerte. Pero eso no es todo, ya que la aplicación permite, por un módico precio, formar conjuntos de individuos y someterlos a una letal hambruna o enfrentarlos entre si y dejar que el azar de las balas acabe con todos ellos. Déjese llevar por la tentación de organizar un genocidio o encarezca los precios del trigo que elimine de una tacada a todos aquellos que no puedan pagarlo. Pero si la guerra y la sequía no es lo suyo, recurra al clásico cáncer de pulmón y juegue con la ironía de optar por alguien que ni fumaba ni bebía y recorría diez kilómetros al día. ¿Por qué no ese vecino tan pesado y musculoso que presume de salud? Miles de opciones, miles de combinaciones entre las que no puede faltar la exclusiva posibilidad de planificar su propia muerte. Que nadie elija por usted y descárguese ya nuestro mapa interactivo de la muerte.

Muérdete la lengua

agosto 17, 2015

Un porrito y a dormir, piensa. O quizás una película mala, de zombis, barata, que ayude a cerrar los ojos. O quizás preparar algo de comer, una pizza margarita congelada, canelones boloñesa congelados o un filete barato pero en buen estado de ternera. La indecisión aumenta con las caladas. Cierto que los ojos ya se están entrecerrando, que el objetivo es dormir; pero cree que lo conseguirá con mayor confort si apaga las luces y enciende la pantalla o con el estómago lleno. Lo que más pereza le da es cocinar, pero sabe que el estómago no tardará en reclamar y se desvelará. SI tuviera la suerte de dormirse antes de que ocurra sería lo perfecto, pues se ahorraría el trabajo y adelgazaría un poco, jeje. Pero antes de que pueda decidir nada, cuando el estómago empieza a emitir las primeras señales y parece inevitable abrir la nevera, llaman a la puerta. Huele a porro. No quiere abrir, pero insisten con el botoncillo. Se asoma a la mirilla. Es un hombre, calvo, con una camisa blanca, pantalones de pinza negros. Parecería un camarero de no ser por la bolsa que lleva, cuya correa parte en diagonal el pecho. Vuelve a llamar y dice en voz alta que es la policía. Mierda. Huele a porro. Se pregunta si los vapores se cuelan por la ranura de la puerta. El tío insiste. Mierda. Sé que está ahí. Sin orden de registro no está obligado a dejarle pasar. Además, el porrito lo ha fumado en su casa, de forma privada. Antes de que dé otro timbrazo abre. Hubiera querido cortar el paso del policía pero este se cuela sin problemas. Experiencia. Una vez dentro hace gestos de oler mientras le muestra la placa. Mierda. Le pide que salga a la entrada, que no le ha dado permiso para entrar; y que si tiene orden de registro que la muestre y que si no la tiene que salga. El policía se sonríe. ¿Orden de registro de quién? Del juez. El policía se sonríe. ¿Qué juez? El juez competente. Después el policía le suelta una bofetada. ¿Has visto por aquí un juez?, pregunta el policía mientras le muestra la palma de la mano, la cual hace a la vez de orden de registro que no va a hacer efectiva dado el aroma a cáñamo. Solo pasaba por aquí y me he dicho: ¿por qué no pararme en esta puerta y soltar una bofetada al afortunado?

Cómo cazar humanos

marzo 30, 2015

Elíjase una calle. La calle debe ser conocida, sobre todo la densidad peatonal y los horarios de máxima y mínima afluencia. Es preferible comenzar cuando la densidad es mínima, tendente a cero. Comiéncese a barrer y hágase montoncitos de deshechos. Dada la tendencia del humano por acercarse a la basura es preferible una calle de hoja caduca pues permite montones más frondosos y visibles, sin descartar el poder de las colillas y las latas de cerveza. Decídase el método de atrape, que puede variar del cepo a la cuerda tensa. Entoces espérese a que las leyes de atracción se cumplan.

Una hora más

febrero 13, 2015

Queridos trabajadores y trabajadoras, colaboradores y colaboradoras, becarios y becarias, nos hemos reunido hoy aquí por un doble motivo: por un lado, señalar que los daños producidos en el incendio han sido cuantiosos y no están todos cubiertos por el seguro. Por otro lado, aunque relacionado con el primer punto, desde la dirección queremos mostrar nuestra decepción tras haber comprobado que no había nadie trabajando cuando se produjo el incendio. Desde la dirección siempre hemos reconocido a un empleado comprometido cuando éste trabaja horas extras sin cobrarlas. Queridos trabajadores y trabajadoras, colaboradores y colaboradoras, becarios y becarias, todos ustedes estaban en sus casas o en su defecto en el cine, desafectos a la cultura del esfuerzo, el sacrificio y el compromiso con un proyecto que al fin y al cabo sustenta nuestras vidas. Queridos trabajadores y trabajadoras, colaboradores y colaboradoras, becarios y becarias, desde la dirección ordenamos las tareas de desescombro con la esperanza de encontrar a alguno de ustedes. De haber sido así, el seguro hubiera cubierto el cien por cien de los desperfectos y no el ochenta por ciento que es la situación actual. Dado que es la propia empresa la que debe acarrear con un veinte por ciento de gastos de reparación, desde la dirección hemos decidido el despido de dos trabajadores, dos trabajadoras, la totalidad de los becarios y la reducción de un cuarenta por ciento en la obra de los colaboradores y colaboradoras, y el aumento en diez horas semanales de trabajo para la plantilla que resta. Queridos todos, espero que esto os sirva como reflexión y penséis que uno de vosotros hubiera podido salvar nuestro proyecto sin apenas costes con que tan solo hubiera decidido quedarse a trabajar una hora más.

¿Te acuerdas?

enero 30, 2015

Han cambiado el panel publicitario que hace frente a su casa. Antes era un coche deportivo de gama alta metalizado en negro, con solo dos plazas pero con seiscientos caballos de potencia. Ahora no esta claro lo que quieren vender. Hay una pregunta, ¿te acuerdas?, escrita sobre la fotografía en blanco y negro de una furgoneta blindada aparcada en medio de una planicie. Quizás quieran vender el remake de alguna película o serie de recientes acontecimientos históricos. Algo así como el robo del siglo o más político tipo ejecuciones sumarias. Publicidad progresiva. Mañana se concretará la fotografía, quizás en un actor y pasado mañana tendremos la respuesta final. Mantener la expectativa hasta el impacto final para conseguir al cliente. La fotografía del furgón se queda durante toda la semana, no obstante, la siguiente placa publicitaria hace referencia a la libertad consecuente de poseer un V12, una carretera vacía y un horizonte infinito, anaranjado. Se olvida del furgón. Ya le gustaría tener ese coche, ese ronroneo que con el solo roce del calcetín alcanza no sé cuantos miles de revoluciones. El deseo del coche, preferentemente rojo, chillón, para que todo el mundo mire, para que todo el mundo lo desee y le deseen a él. Espera el tranvía. El deseo y el triste asiento individual que le ha arrebatado a una vieja, la cual parece que tiene dificultades para escuchar y que con la cabeza gacha no se lo toma a mal. La única pena es no haber cogido el periódico gratuito, pero sabe que si ahora se levanta el moro de la izquierda o la negra de la derecha le quitarán el sitio. Están esperando, acechando, cuando repara que hay un cartel colgado, justo enfrente de él, en donde hay una pila de cadáveres en una fotografía en blanco y negro. Piensa que solo faltan los palés. Quizá distribuirlos en grupos de cien. Lee. La historia se repite. Le extraña que no haya ninguna cuenta bancaria, pues parece publicidad humanitaria. Estudia la foto. Solo están los cadáveres sobre un fondo gris. Parece que no hay responsables. Solo están ahí, perfectamente ordenados. La historia que se repite es una pila de cadáveres. ¿Te acuerdas? Entonces acontece el infarto.

Premium

septiembre 4, 2014

Eres Premium. Gold. VIP-pass. Imaginemos una cola de cientos de millones y tú acabas de llegar. Tú puedes ir directamente a la puerta, sin mirar a esos miles que esperan. Tienes el derecho de sobrepasar a los demás. Pero de pronto te encuentras en la cola de los Gold y ahí prima el orden de llegada, en donde eres el trece mil quinientos treinta y dos. Ahí es nada. Mejor que ser el veinte millones cuatrocientos cuarenta y tres. La cola VIP también es más efectiva, un descenso calmo pero constante. Cierras los ojos y eres el siete mil cuatro cientos veinticuatro en tan solo un cuarto de hora. Lo cierto es que los Gold cuentan con más puertas de acceso, mientras los demás solo tienen una y está custodiada por Carolina63, de voz dulce pero sin piedad. Cierras los ojos y en una hora y poco ya estás entre los trescientos noventa y tres. Toda una ventaja. Miras hacia atrás e intentas vislumbrar al diez millones quinientos ochenta y dos. Jejeje. Cierras los ojos y Cerbero66 escanea tu tarjeta VIP-pass. Sientes la satisfacción y el prestigio al comprobar que todo está en orden. En las puertas Gold te preguntan cómo estas, que tal tu madre mientras te quitan la chaqueta. Ahora es momento de ponerse a trabajar. Llamas al primer cliente e intentas venderle una navaja suiza. Empiezas por lo más difícil, una operación arriesgada que no obstante te permitiría renovar la cuenta Premium a una semana de que expire el contrato actual.

La autoridad competente

febrero 16, 2014

Veamos: Se ha identificado en el sujeto una propensión a la queja. Todos sabemos que la queja en un primer momento induce inevitablemente a asignar el caso a la policía del pensamiento. No obstante, contamos con pruebas de que la queja no conlleva ninguna proclama a la necesidad de un cambio en el sistema. La queja es más bien de corte existencial, es la queja ante el absurdo de la vida. En este sentido el caso compete a la policía del sentimiento, pues al fin y al cabo, esto es algo que se arregla con pastillas.

Yo no

diciembre 10, 2013

 

“Pienso, luego existo”

Descartes.

Cuando lees cómo un adolescente han entrado con un kalashnikov en su instituto y se ha llevado por delante a treinta compañeros y a diez profesores, piensas que hubieras sido uno de los supervivientes. Cuando en alguna película bélica consumes lo azaroso que es para el cuerpo humano un bombardeo o un asalto, piensas que tú hubieras salido ileso y comandarías el contraataque. Cuando conmovido visionas las inundaciones de las noticias de las nueve con sus ciento cincuenta desplazados, trescientos cuarenta y tres desaparecidos y unos diez muertos oficiales y creciendo, piensas que a ti nunca te ocurrirá. Cuando apartas la vista de la foto de un niño negro de cráneo exagerado y un vientre que amenaza con quebrar las costillas, piensas la lejanía del hambre y la fortuna de tener la nevera llena. Cuando despiertas y procuras que el primer pie en tocar el suelo sea el derecho y no el izquierdo, piensas que llegaras por la noche a casa sano y salvo. Cuando lees que se calcula que para dentro de treinta años la población con cáncer se duplicará y alcanzará niveles críticos, piensas que serás uno de los exentos. Cuando en alguna película post-apocalíptica consumes lo trágico del fin del mundo y la posterior restauración del edén, piensas que pertenecerías al uno por ciento no infectado y que comandarías tras una larga lucha la restauración del bien. Cuando indignado visionas los despidos de quinientos trabajadores de una planta de ensamblaje aeronáutico, piensas que tu trabajo es seguro y no hay que temer por él. Cuando en la autovía ralentizas la mirada en un accidente de tráfico y lamentas los cuerpos encerrados en bolsas negras, piensas que eres el mejor conductor de mundo. Cuando ilusionado marcas los número de la loto porque hay un bote cercano a los doscientos millones, piensas en la pequeña esperanza que da el nunca se sabe.

Wally

agosto 9, 2013

Es la gota que cae en la lente de la cámara. Luces de coches amarillentas. Neones estropeados. Siluetas emborronadas. Toma el sombrero salado del marinero que se deja arrastrar por el remolino dulce de las esquinas, el río sobrexcitado de las esquinas, donde el turco te vende heroína y el tailandés metanfetamina a cambio de una bolsa infantil de pica pica. Toma la calle de esa madre que busca los pañales sietemesinos en un veinticuatro horas y a la que las bocinas y las ventanillas confunden con la puta desdentada que todo lo traga, que todo lo caga; esa que se deja hacer a cambio de la gota negra que corre por el papel de aluminio. Toma. No tienes nada que perder. Es literatura. Es la literatura que dice que no tiene suelto cuando le piden una moneda en la parada del bus. Toma tu cuento. El bus treinta y tres; ese que termina en el cemento multiplicado en un millón de ventanas. La ventana perdida. ¿Dónde está Wally? El cuento empieza por Wally, ese de la cola del pan y un café con mucho azúcar. YO.

La bolsa o la vida

junio 19, 2012

Llegados al punto en que hay que tomar una decisión, envía su mensaje dando su aprobación, amparado en el anonimato del público y la curiosidad por saber si de verdad van a sacrificar o no al concursante, que en un exceso de confianza ha fallado en la pregunta que corresponde al apartado “La bolsa o la vida”. El veredicto en apenas unos minutos. Aplausos, imagen de la silla eléctrica, publicidad. Democracia directa a solo veinticinco céntimos el mensaje. Justicia directa si se atreve a formular su propia sentencia por tan solo diez céntimos la llamada. Un puto arrogante, demasiada confianza en sí mismo. Este error debe pagarse con la muerte. No hay otra. Que se joda. ¡Ja! ¿Qué se ha creído? Meee laaaa seeeé, ¡ja, ja!…. Capullo. Has apostado tu vida y ahora mereces perderla. Ponte una raya.

Un segundo cualquiera

May 21, 2012

Todo ocurre en un segundo. El disparo y el impacto de la bala. Un segundo que condensa en sonido millones de palabras vertidas sobre el nervio y que formaban el tiempo previo a la condensación, su proceso. Condensación de la que no se fue capaz de controlar la presión. Todo estalla. El impacto es sobre el corazón. Un dedo el que aprieta el gatillo. El gas queda liberado y todo se vaporiza con las crecientes sirenas. Una ambulancia es inútil por lo que cabe suponer que solo es menester poner las esposas, ya que no hay huída sino una asunción de lo hecho surgida de la lógica del sentimiento. Un suspiro de alivio, liberador. Todo ello pese a la detención, pese a la  culpabilidad manifiesta y manifestada, sin vacilación, con un deje calmo, en el que se adivina el descanso después de un tiempo tenso, febril, agitado. Es el descanso del culpable, que vacío sube al coche de la policía y mira con ojos perdidos a la muchedumbre que rodea y comenta. Ni siquiera los primeros flashes y focos le perturban. Se ha liberado de sí mismo. Al cabo de los días dirán que era un loco. Pero él sabe que ha dejado salir al diablo, que se lo ha sacado, y que la única forma de hacerlo era mediante un homicidio arbitrario.

La patata en la boca

diciembre 3, 2011

El cementerio no es más que una fosa común parcelada en angelitos, cristos, medias lunas y nombres adjuntos a dos fechas. Algunos permiten fotos, otros no. Pero la foto no añade nada, ni siquiera es la guinda del pastel. Una foto no mira. Una foto es la congelación, quizás tan solo la señal de que eso que yace ahí una vez estuvo en este lado. El lado del que lee o del que mira la foto, el rostro, los ojos abiertos y la patata en la boca.

El instante en el que se estuvo. ¿Pero quién? El instante de alguien, o más bien de un alguien, que se sintió centro del mundo después de que el alcohol manchara su recién camisa de Giorgio Capriatti, serie negra. El instante en que hubo un subidón sentimental y sorpresivo al que le siguió un enfado con aquel que derramó la copa hasta que llegó la paz con sonrisas que intentaban ocultar el ridículo. Abrazos. Que siga la fiesta.

Instantes que producen el embrujo de la continuidad y del peso, los pies en la tierra y el hablar con uno mismo que conduce a buscar definición en el chocolate caliente que dibuja una estampa como nuevo diseño de camisas Prakta y la novedad del perfume incorporado, no a chocolate, sino a macho que domina un rebaño de hembras y esparce su esperma disfrazado de lavanda.

Instantes en los  que nos creíamos inmortales, tocados por flashes que eran los dedos de Dios y que se esfuman cuando la tarjeta dice no, acceso denegado y la amenaza de que un tercer intento conllevará el corte que continúa cuando en la oficina te prohíben la entrada y te das cuenta de que Paco ya no es tan simpático. Hay órdenes de dejarte afuera, sin explicación, sin esperanza de poder dar explicación.

Acontecimientos y desacontecimientos que tienden a cero según la lejanía de la fosa con el tiempo de  los que acuden a honrar. Recuerdos de otros que guardan rencor porque escucharon a escondidas como se hablaba de su falta de estilo y el ir siempre un paso atrás en lo que respecta al color adecuado de la semana. La jugada a balón parado de un niño que se sabe observado por su padre. Un número de la seguridad social al que ya no hay que enviar facturas ni premios por una salud robusta. Voces que miran la foto y la llenan, formando cada pito un mosaico que lentamente se va quedando sin piezas, sin nadie que les pida perdón ni cuentas, ya ni siquiera miradas curiosas preguntan por quien se ausenta.

Acontecimientos que lo cambiaron todo, que hicieron clic, y hubo un casamientos o se diagnosticó con neutralidad médica un cáncer y el apoyo incondicional de servicios psicológicos. Primero la tarjeta diciendo no y luego el bigote manchado de café con leche del médico que apunta al pulmón. Momentos de mala racha que marcan el sendero que baja hacia la fosa. Momentos en los que se daba por hecho la muerte natural a los cien años, a los doscientos, a los mil y no con cuarenta y siete, asolado por la penuria del impago de la casa y la imposibilidad de pagar un tratamiento, recordando los tiempos en los que las putas y la coca corrían, aunque cada vez más tranquilo porque la voz de mamá susurra al otro lado de la puerta que tan solo es una pesadilla, que todo es mentira, que ella está ahí para protegerle. Duerme mi niño.

En venta

junio 11, 2011

Tengo este dedo a cuatro cincuenta. Pero si quieres pasar a mayores te ofrezco un riñon por dos mil. También el pulmón, aunque dados los problemas derivados este no lo doy por debajo de los diez mil. También te daría el corazón, pero ya se sabe que se vende lo que sobra. Si me apuras mucho puedo prescindir de un ojo, de una mano, de un pie. Aún no tienen precio, pero tras una primera mirada están piezas van caras, pues afectan al aspecto e invocan al horror frente al espejo. Lo más barato que tengo es el pelo, a dos por corte completo, precio razonable si se tiene en cuenta que hay quien paga ocho porque aún no me conoce. Entremedias podría estar un trozo de hígado, no te digo que no, pero primero tengo que estudiar los problemas que se derivan de ello. Por lo demás, el semen te lo doy gratis, porque si me metes mano, ya estás pagando.

Semifinales

marzo 18, 2011

Todo acaece mientras el televisor vomita el devenir de un partido de fútbol, partido de vuelta, semifinales, el clamoroso fondo de las gradas, las banderas, las bengalas, los insultos, el frenesí del locutor. Partido marcado por la igualdad, el ataque y el contraataque, la velocidad, la tensión y la épica.

Dos acontecimientos que ocurren al mismo tiempo, uno maximizado por la audiencia; el otro íntimo, reducido a una sola experiencia, en la que los músculos del brazo izquierdo se contraen de forma violenta y obligan a soltar el vaso, el cual inicia su rápida caída, quebrándose al tiempo que un cabezazo dirige el balón a la escuadra.

El cero a uno atestigua la nueva realidad de un cuerpo que yace en el suelo, ausente de los que ríen y de los que lloran, de los que aplauden y de los que silban, posible  fuera de juego, sin que nadie le mire, sin que nadie lo note.

 

http://www.youtube.com/watch?v=7404jcxTu0o

 

El bienestar al alcance de todos

febrero 4, 2011

Escoja una pastillita. Bautícela. PRAXITELINES. Pregúntese que son. Responda que son felicidad, bienestar, salud, juventud, optimismo, distinción, el cálido abrazo de una fotografía en color frente al blanco y negro de las obligaciones. Escoja una dosificación diaria que permita un consumo semanal de dos botecitos de diez unidades por persona y asigne una previsión potencial de consumidores para entrar en beneficios. Asocie rostros conocidos que presuman de llevar una vida genial, única y ejemplar. Los deportistas son en este sentido los candidatos perfectos. Asocie juegos, concursos y regalos. Asocie premios a los consumidores más fieles y cree un registro con la inserción de tarjetas de descuento por la compra de más de… Investigue la posibilidad de los packs familiares. Hágase presente en las convocatorias populares y cree el semestral maratón cívico PRAXITELINES. No deje pasar la oportunidad de dar muestras gratuitas o de que los personajes de una serie familiar encabezada por un padre extraterrestre, empiecen y acaben el día con el gozo que supone la ingestión de excitación por las mañanas y de relax por las noches. Si alguien se pone quisquilloso debe enfatizar que los PRAXITELINES son un producto testado científicamente por laboratorios independientes, el cual, una vez ingerido, interpreta la necesidad nerviosa de la persona y actúa en consecuencia, sin efectos secundarios, pues un pequeño tumor en la mejilla no puede considerarse como tal.

Ahora, si es tan amable, ingiera un ejemplar y dígame si no tengo razón.

Los colores de nadie

noviembre 10, 2010

Exigen que te tintes el pelo de azul cielo, lleves gafas pistacho y los pantalones sean de cuero. Exigen que muevas el cuerpo acorde con los ritmos, pero dejando un sello personal que no sea ridículo. Las chicas deben mirarte y debes saber que te miran. Cuantos más ojos se posen en ti más consciente serás de ti mismo. Las manos callosas y las arrugas en los ojos deben disimularse con los polvos mágicos que guardas en el baño. Si nadie te mira pierdes peso, te encoges y tienes miedo. Tu nombre debe ir de boca en boca, suspiro en suspiro y deslizarse por los comentarios. Exigen que hables de cualquier cosa. Moda, televisión, política, cultura, deportes. Tus palabras deben encajar con la etiqueta adecuada, incluidas lágrimas predeterminadas que puedes utilizar si el ambiente esta henchido de sentimientos. Se ha estrellado un avión. Ponte el lacito esmeralda. Exigen que lleves pelo rosa, gafas negras y vaqueros rosa o turquesa. Solo con la parte derecha del labio debes mostrar tus sonrisas, quizás acompañándolas con un indoloro gesto de manos. Exigen que te levantes con música y te acuestes con música, con la bruma del murmullo y del jolgorio. Los silencios no deben aparecer, pues te despegan de las superficies y amenazan con tragarte. Exigen que siempre huyas hacia delante, siempre en busca del objeto que te signifique. Un rubí, una pulsera, un gesto con glamour que todos imitan, una sonrisa oportuna, leves ironías, un reloj de diamantes, una inexpresiva máscara veneciana, la diadema de tus sueños, un salto juvenil. Exigen que ocultes el estómago, el hígado, el páncreas, el grano en el culo, el bulto en la cara, el carraspeo, los pelos de las orejas, las glándulas sudoríparas, los dientes amarillentos, la metástasis y la gangrena. El cuerpo debe ser una superficie fina que hieda a jazmín tocado con un puntito de limón o a lavanda, siempre fresco, sin puntos negros. Exigen que te tintes el pelo como un profundo pozo oscuro, lleves gafas amarillas como el sol y pantalones cortos que muestren las rodillas. Exigen que omitas menciones al hambre, al desgajado brazo de un niño, a las inundaciones, a las explosiones y los cachitos de cuerpo, a los despidos masivos, a la bomba, a los desplazados que aguardan detrás de los muros. El mundo estallará, ha estallado, y tú deberás sonreír y aplaudir. Ji ji ji ji.

La cruz de hierro

agosto 14, 2010

Un niño de seis años berrea y patalea en el vagón seiscientos veintitrés de la línea catorce del metro. Veinte años más tarde, el día en que será condecorado por los servicios prestados, la madre recordará la anécdota como una afrenta graciosa y una muestra temprana de su carácter indomable, mientras mira el muñón de lo que antaño fue su manita.