agosto 22, 2021

Las recomendaciones de youtube son el espejo del alma.

La evidencia

febrero 18, 2021

Lo que no le gusta del café es que le hace mear más frecuentemente, al menos durante las dos primeras horas después de haber tomado las dos tazas de torrefacto habituales. Después parece que el cuerpo vuelve a los biorritmos habituales. No obstante, es un precio que paga gustosamente a cambio de la inyección de cafeína que le permite limpiar la vajilla de la cena más rápido, leer los digitales más concentrado y guardar que ningún cuerpo le roce más de lo necesario en el tranvía.

Lo que le molesta es que a veces la ineludible necesidad de orinar surge cuando más interesante se está poniendo una serie, final de la temporada tres, justo cuando un cuchillo parece que va a terminar en un corazón. Pero bueno, puede apretar el botón de pausa y diferir el desenlace. Después de tirar de la cadena escucha con atención el análisis de la orina que automáticamente realiza un sensor ubicado en la taza del wáter. Agua. Un poco más de azúcar del habitual, nada serio. Probabilidad de padecer un infarto menor al uno por ciento. Probabilidad de padecer un ictus menor al uno por ciento. Probabilidad de padecer un cáncer menor al uno por ciento. Se siente sano.

Lo que le disgusta de estar sano es que la dieta, rica en fibras, vitaminas y ensalada mediterránea le obliga a sentarse en la taza como cuatro o cinco veces al día. La comida del mediodía es la más crítica, pues es la que desencadena en poco espacio de tiempo dos o tres evacuaciones. El día que come garbanzos es quizás el día más crítico. Lo que le desagrada es la aparición de la necesidad, pues cuando ya está haciendo de vientre siente cierto placer, sobre todo cuando tira de la cadena y esa voz femenina, neutra pero al mismo tiempo cálida, que emana confianza, arroja los resultados del análisis fecal. Agua. Niveles de azúcar óptimos. Probabilidad de padecer un infarto menos que cero. Probabilidad de padecer un ictus menos que cero. Probabilidad de padecer un cáncer menos que cero. Probabilidad de convertirse en zombi diez por ciento.

Cree que el apartado final del informe lo ha puesto su imaginación, pero ante la extrañeza y con deseos de confirmar el error, pide a la voz que repita la retahíla… Probabilidad de convertirse en un zombi cincuenta por ciento. No, no ha sido su imaginación alimentada por la serie que había pausado antes de ir al baño en la que una horda se dirigía a un colegio de primaria. Busca el número de atención al cliente. Duda entre marcar la opción dos de nuevas actualizaciones o la opción cuatro de otros y contacto directo con el servicio técnico. Musiquita tibia que invita a la paciencia. Después expone el problema. El técnico no tiene constancia de que el análisis aporte información en lo relativo a la zombificación y no puede aventurar hipótesis alguna, por lo que propone realizar una visita en las próximas dos horas y tratar así in situ el problema. Antes de colgar el técnico le sugiere que orine para así comprobar si el error se produce también cuando se analiza la orina. Gracias.

Cuando suena el timbre y abre la puerta ya tiene preparada en la boca la frase que informa que con la orina no hay mención zombi alguna, lo que cabe inferir que solo se da información con los materiales fecales. El técnico lo mira simulando sorpresa y apostilla con un “interesante” mientras con la mano le pide que le muestre donde está el inodoro. Siente que el técnico no le cree y empieza a sentirse molesto. El técnico se acerca a la parte inferior de la taza y saca un chip. Después lo conecta a su ordenador y espera el análisis. El técnico le mira con ojos de rutina y lamenta decirle que no encuentra falla alguna en el sistema, por lo que sería bueno que si siente necesidad de hacer aguas mayores no dude y así podrá comprobar que no miente. La indignación rasca la medula espinal después de escuchar al técnico pero se contiene y le dice que de momento no siente necesidad de defecar. Al técnico se le ocurre que él podría intentarlo si no le molesta. Para defenderse le da permiso. Agua. Diabetes tipo dos. Probabilidad de padecer un infarto treinta y cinco por ciento. Probabilidad de padecer un ictus quince por ciento. Probabilidad de padecer un cáncer siete por ciento.

El técnico le advierte con frialdad profesional que todo apunta a que está mintiendo y que solo desea llamar la atención; por lo que el único motivo que le retiene es descartar que la probabilidad de zombificación solo aparece con su mierda, de modo que si en los próximos diez minutos cree posible que puede cagar, está dispuesto a esperar, de lo contrario prefiere no perder el tiempo y dejarlo a solas con su miserable vida. Una ola de rabia se concentra en su estómago y le descompone. Lo único que le da tiempo es bajarse los pantalones y saltar a la taza para aliviarse. Agua. Tic. Niveles de azúcar inexistentes. Tac. Los muertos no padecen infartos. Tic. Los muertos no sufren ictus. Tac. Los muertos no desarrollan metástasis. Tic. Evidencia zombi. Tac.

El técnico le mira horrorizado. La ira que siente al demostrarse que no había mentido se expresa en un perentorio impulso de morder la garganta del técnico. La rabia de saberse poseedor de la verdad le abre el apetito de saborear la dulce sangre del diabético. Así, cuando sus dientes desgarran los primeros pedazos de carne y los mastica siente un inconmensurable placer. Sin embargo, la decepción aparece cuando el técnico deja de convulsionarse y gritar. Desea más carne viva y sus ojos apuntan hacia la puerta.

La última página

octubre 14, 2020

Lee. Veinte maneras de morir a la vieja usanza. Pasa página. Doce campanadas doce deseos. Lee. Tres fórmulas para eludir el mal de ojo. Pasa página. Cinco plantas que te salvarán la vida cuando seas viejo. Observa la calle. Llueve moderadamente, sin poner en peligro la capacidad de las cloacas. Vuelve a centrarse en las cálidas páginas digitales. Cinco señales que dan cuenta de que eres infeliz sin saberlo. Lee. Diez trucos para no perder el trabajo. Pasa página. Veinte lugares seguros para cuando el Sol se apague. Observa como las gotas hacen carreras a través del cristal de la ventana. Lee. Doce pasos para eludir las enfermedades cardiovasculares. Pasa página. Las diez actitudes que sobrevivirán a la segunda glaciación. Lee. Cinco avisos del cuerpo para señalar que te estás muriendo. La lluvia arrecia oscureciendo los cuerpos y las farolas. Pasa página. Doce ancestros que aun te influyen. Lee. Cinco vías de escape en caso de que explote una bomba en un avión. Pasa página. Tres sencillos ejercicios para que no se te caigan los dientes mientras fumas heroína. La tormenta cesa de manera súbita, dejando como último sonido algún chapoteo lejano. Se centra en la última página. El único modo de olvidarte a ti mismo. Muere.

A toda costa

octubre 3, 2020

Cuatrocientos pavos. Cuatrocientos pavos que solo sirven para alimentar a cuatro bocas en crecimiento, cada vez más grandes, cada vez más calóricas, que mantienen el recuerdo de la carne, el chocolate y las golosinas. Fueron buenos tiempos. Tiempos de más de cuatrocientos pavos sin riesgo de enfermedad. Los deditos señalaban al escaparate y una nube de caramelo se materializaba en las manitas. Era la vida más allá de los cuatrocientos pavos.

Cuatrocientos pavos que van a enfermarle. Es lo que hay. No se puede dejar de respirar, no se puede dejar de comer, no se puede dejar de alimentar a las boquitas. Hay que ir, a toda costa, contra viento y marea. Atravesar las calles, esquivar humanos, autos y motocicletas. Esquivar por cuatrocientos pavos. ¿Esquivar hasta cuándo? Todo tiene un plazo. Esquivar hasta que la mosca entre por la boca porque no siempre está cerrada. El mundo ladra por cuatrocientos pavos.

Hoy se han quedado sin los cuatrocientos pavos unas cuarenta boquitas. Datos actualizados. Mira a su izquierda, nadie. Mira a su derecha, nadie. En su frente espaldas de cuatrocientos pavos. ¿Cuál de ellas no estará mañana? El cántaro se acaba rompiendo porque va muchas veces a la fuente. No es una cuestión de suerte. No es cuestión de seguir las normas, de seguir los protocolos, de mantener la boca limpia. Ha ido a la fuente demasiadas veces. Cántaro viejo.

La luz al final del túnel no es la esperanza, es la muerte. Es dejar sin cuatrocientos pavos a las cuatro boquitas. Sin pan y cebolla. Sin el recuerdo de las golosinas. El mundo se desmorona a plazos de cuatrocientos pavos. Cada día una espalda menos. Cada día uno más que ve la luz al final del túnel. Gotita a gotita la fuente se seca. Gotita a gotita la tierra se raja y engulle sin sentimiento la esperanza de los cuatrocientos pavos. Cuatrocientos pavos. Finitud del hambre.

La otra dimensión

febrero 17, 2020

Abre el paquete con satisfacción. Es el último modelo. Fresquito. Vanguardista. Elegante. Con clase. Negro como las etiquetas. Sofisticado. Hay un cierto temor a tocarlo y que se rompa. Lo coge con mimo. Aprieta el botón de encendido. Las primeras letras se dibujan luminosas, trazadas por unos vectores que van a la velocidad justa para resultar sensuales y anunciar la marca para inmediatamente después ofrecer espacios vacíos que debe llenar con sus datos. Realizado el trámite, aparece como colofón un “bienvenidos a la otra dimensión” que abre el espacio para enviar los primeros mensajes. ¡Ya lo tengo!

Se hace las primeras fotos y no duda en aplicar el efecto rejuvenecimiento, el efecto ajuste de la figura; ambos condensados en el efecto idealización. Pronto un mensaje le llega recomendándole retoques en la frente, los pómulos y las pantorrillas para que el efecto idealización pueda considerarse completado. Inmediatamente después recibe otro mensaje para que valore su grado de satisfacción con los resultados, recomendándole que repita el proceso si no se han alcanzado los objetivos deseados. Da cinco estrellas. Ha conseguido un aspecto angelical, la idea platónica de sí mismo, donde aúna belleza, sexualidad y mirada inteligente, segura de sí misma, seductora. La cuelga y espera los primeros me gusta.

La superficie es lo que cuenta. Debe alisar con un lapicito las arruguillas que le han salido en las comisuras de los párpados. Se enfrenta a una foto de gran cercanía a una resolución que permite ver el pelillo que se esconde en el poro que pronto se infectará. El efecto idealización aun no identifica según qué defectos y hay que eliminarlos a mano. Bajar al detalle para volverlo todo general. La sonrisa perfecta. La mirada más atractiva, misteriosa, sensual. El traje a medida de copia y pega que le añade mayor sofisticación a su perfil de cuarenta años. Puede añadir música para finalizar el proceso. Me gusta.

Ha notado que desde hace unos días el efecto ajuste de la figura en lugar de quitarle kilos se los añade hasta alcanzar las proporciones deseadas. Músculo. Pero no exagerado. Músculo para una camiseta apretada y unas bermudas floreadas en un fondo tropical. Margaritas en la mano. No entiende que el efecto idealización no haya identificado las estrías de los labios en la foto con el sombrero de paja. Le molesta tener que hacer las correcciones a mano, pero se consuela pensando que si llueven los me gusta habrá merecido la pena.

Suena el aviso de que la batería se está terminando y no le da tiempo a retocar las costillas que parecían querer salirse de la piel. Se pregunta si el efecto idealización se habrá estropeado pues le cuesta identificar lo que para él son evidentes defectos. Mientras la batería recarga decide darse una ducha y se pregunta cuándo a las fotografías se le podrán añadir perfumes que eliminen las transpiraciones del cuerpo. Se consuela al pensar que al menos aun no captan el aroma a orina y a mierda que percibe cuando abre la puerta del baño.

Se mira al espejo. Nada que el efecto idealización no pueda retocar. Eso sí, con mucho trabajo a mano, pues la imagen refleja a un ser mellado, de pómulos como bolas de billar que parecen presionar la piel tiñosa hacia afuera, de ojos hambrientos. Las mechas de pelo que delimitan las abundantes calvas, esparcidas por el cráneo, no es algo difícil de rellenar con simples corta y pega. Se siente optimista y se decide a comer algo una vez se haya secado. No está seguro si el ronroneo del estómago le lleva acompañando mucho tiempo. La nevera está vacía, pero el pitido de que la batería esta al cien por cien de su capacidad le lanza a la pantalla. Tiene trabajo que hacer con esas calvas.

Se decepciona cuando la pantalla se apaga. Cree no haber oído el pitido que avisaba de que andaba corto de energía. Se escucha respirar. Un piulido ronco, ahogado, que ahora sabe que no pertenecía al lapicito para alisar superficies. Con gran esfuerzo intenta incorporarse. No puede. Mira a su alrededor para encontrar algo con lo que apoyarse. Pero el afuera se ha emborronado y es incapaz de identificar los objetos, siquiera los más cercanos. Le decepciona no haber podido retocar los ojos desencajados en la foto con gorra de capitán de barco. Está seguro de que hubiera provocado una orgía de me gusta. Intenta incorporarse una vez más. Después deja caer la cabeza, rendido. Ahora solo puede escucharse respirar. Se pregunta por cuanto tiempo.

Pandora

noviembre 5, 2019

Hay momentos en los que el tic tac del reloj se escucha más fuerte. Son los momentos en los que espera el clic que desata el resorte para empezar a teclear. Hay más tiempo de espera que tiempo de acción. La espera se configura pegando los ojos a la pantalla, con el historial de los últimos edictos que ha tenido que teclear. Edicto para la muerte de Genaro Lautaro. Edicto para la absolución de Josefina Lago. Edicto para las galeras de Constantino Gutiérrez. Hay días sin edictos en los que el tic tac se escucha más fuerte.

 

Cuando sale la prioridad es deshacerse del tic tac de los días sin edictos. Mientras esquiva humanos de camino a casa, el tic tac parece disolverse cada vez que chocan los hombros y se cruzan las miradas. Prefiere no desafiar. Prefiere seguir moviendo los pies hasta la boca del metro, donde el tic tac se agudiza porque faltan siete minutos para que llegue su línea. Afortunadamente un grupo de jóvenes intenta robar a una abuela; pero los cuerpos de seguridad ya estaban advertidos y hay pelea, lo que hace que casi sin darse cuenta aparezca su línea.

 

En casa no hay tic tac porque hay televisor. Habría que decir que el tic tac del televisor es el de los concursos, donde el tiempo se suspende y se espera con tensión adrenalítica si el personaje deviene en ganador o perdedor. No es un tic tac, es un chute de tensión que le ayuda a deglutir el chuletón recién sacado del microondas. Publicidad y cambio de canal. Después todo se viene abajo en el sofá cuando el parpadeo de la pantalla contagia al parpadeo del espectador. Fundido en negro y pesadillas placenteras.

 

Despertar para entrar en el tic tac de las prisas. Café, ducha, café, vestirse, cerrar la puerta, comprar una rosquilla en el quiosco y correr para no perder la línea de las siete cuarenta y cinco. Mete la tarjeta en el sensor que le da acceso al cuarto donde le aguarda la pantalla y la desoladora sensación de que va a ser una jornada sin edictos. Por ello se alegra cuando comprueba que hay agitación en la pantalla. Teclea feliz. Edicto para la ejecución del Presidente. Edicto para el nombramiento del nuevo Presidente. Edicto para autorizar el uso de la bomba. Edicto del fin del mundo. Frunce el ceño y decide asomarse a la ventana. Fundido en verde turquesa.

Corazones urgentes

octubre 24, 2019

Es hora punta. El hall de la estación esta abarrotado de cuerpos que buscan desaparecer engullidos por los trenes o escupidos hacia la salida. Los relojes aprietan los cuerpos y les obligan a caminar deprisa. Correr no está bien visto a no ser que solo queden treinta segundos para la partida, para no perder la conexión y llegar tarde al trabajo o para comprobar el botín de una cartera sustraída. Más o menos los vectores de dirección distribuyen ordenadamente a los cuerpos en función de las vías o la susodicha salida. Sin embargo, a un vector de dirección le es indiferente que un cuerpo caiga desplomado al suelo y se le desencajen los ojos. Es un infarto, no hay duda. Los cuerpos que colapsan son en primera instancia responsabilidad de los cuerpos de seguridad de la estación, los cuales, gracias a la campaña del ayuntamiento CORAZONES URGENTES, patrocinada por la Federación Bancaria y la Patronal Eléctrica, están equipados con un desfibrilador que según las últimas estadísticas ha arrebatado de las sombras de la muerte a un total de trescientos ciudadanos en los quinientos días que la campaña lleva en activo. Sin embargo, en primerísima instancia la responsabilidad se la suele arrogar algunos de los cuerpos que compartían vector de dirección del cuerpo colapsado. Se detiene. No es médico y no ha recibido el cursillo de primeros auxilios obligatorio para el carné B1 de conducir, de lo contrario iría al trabajo en coche; así que solo puede escuchar como el infartado balbucea, diría que desilusionado, que unos hijos de puta le han reducido a la insignificancia. Tranquilícese. La ayuda está en camino. Aguante. No hable. Esos hijos de puta me han reducido a la insignificancia. La voz se va apagando y más de uno piensa que como tarden mucho ese tío va morir. Hagan sitio. Los de seguridad saben exactamente donde poner los cables, el resto lo hará la máquina. Sin embargo, nadie puede decir que esperaba el arrebato final del cuerpo colapsado, el cual de un manotazo aparata los cables que prometen salvarle mientras ruega que le dejen morir. Después se calla y los ojos, definitivos, se le voltean. Pero gracias a la campaña del ayuntamiento CORAZONES URGENTES, patrocinada por la Federación Bancaria y la Patronal Eléctrica, nadie se puede negar a ser salvado, de modo que los cuerpos de seguridad están capacitados para ignorar tales peticiones e insistir en colocar los cables. No obstante, la decepción estadística se propaga cuando el altavoz del desfibrilador confirma que no puede arrancar ningún latido más al corazón infartado. Poco a poco los vectores de dirección van disolviendo la interrupción, no sin que antes alguna voz, quizás para escapar de la pregunta y cerrarla provisionalmente, afirme que ahora hay un parado menos.

Devenir robot

octubre 6, 2019

Hay reunión. Todos están excitados, preocupados. Cuando hay reunión inesperada cabe esperar un aumento de sueldo o un nuevo permiso de maternidad/paternidad con mayor duración o un despido grupal o un aumento de la bonificación por trabajar los domingos. Lo cierto es que hay más preocupación que excitación, pues las últimas reuniones inesperadas han sido para reducir los sueldos en pos de la sostenibilidad de la empresa. En la última de ellas se anunció la retención sin compensación de un diez por ciento del salario para pagar el seguro médico y así poder cubrir los enormes gastos que se derivan de las bajas por enfermedad. Los más pesimistas analizan sin base alguna, o con la sola base de la memoria, lo productivos que han sido en el último semestre. Muchos hablan abiertamente de una nueva oleada de despidos. Los que echan cuentas lo apuestan todo a que ellos van a ser de los afortunados y permanecer. Si se pudiera preguntar uno a uno todos responderían que han sido los más productivos del último semestre. Cunde la preocupación cuando aparece el CEO, radiante, optimista. Habla. Vivimos en un mundo que se transforma a pasos agigantados, dinámico, lleno de oportunidades, pero también de desafíos que solo los pioneros serán capaces de solucionar. Todos sabéis que en los últimos años hemos sufrido cambios en pos de mantener la viabilidad de la empresa y mantener el máximo número de empleos posibles. Se escuchan susurros de temor. Todos hemos hecho sacrificios con estos cambios y puedo decir que estos no han sido en vano, pues nos han permitido sobrevivir un semestre más. Pero a veces no basta con cambiar, con retocar algunos aspectos. A veces la vida nos obliga a aceptar que si se quiere sobrevivir es necesario transformarse. Transformarse no significa cambiar. Cambiar es bajar los sueldos, pero transformarse no significa necesariamente bajar los sueldos. Cambiar es despedir a los menos capaces, pero transformarse no significa necesariamente despedir. No temáis. Se escuchan susurros de desconcierto. Como ya he dicho vivimos en un mundo que cambia constantemente y donde antes había un hospital ahora hay un museo de los horrores, donde antes había una escuela ahora hay una estatua que atrae a los turistas. Las transformaciones afectan tanto a lo físico como a lo psíquico y quien no se adapte a esas transformaciones no sobrevivirá. Y yo os pregunto, si el mundo de ahí afuera se transforma constantemente, ¿por qué no transformarnos nosotros mismos, por qué no convertirnos en pioneros de nosotros mismos? Como CEO y líder vuestro en esta nuestra lucha por la supervivencia, y basándonos en los últimos informes financieros actuales y a futuro, la única manera de sobrevivir es quintuplicando la productividad con el personal actual. Somos conscientes de que con las actuales condiciones corporales eso es literalmente un imposible. ¿Pero es realmente imposible y estamos abocados al cierre? Desde ahora os digo que no, rotundamente no. Pero no va a ser fácil y solo mediante la transformación y la adaptación al nuevo mundo será posible. Se escuchan susurros de aprobación. Todos somos conscientes de que en los puestos que ocupáis cada uno de vosotros el factor humano es un factor necesario para el correcto fluir de las fases de producción. En otras palabras: no podemos prescindir de vosotros si queremos sobrevivir. Sin embargo, con la actual constitución corporal que se deriva del factor humano, se hace imposible quintuplicar la productividad y todo hace pensar que se acabó, pues nos encontramos ante la irresoluble paradoja de lo imprescindible del factor humano y su limitación corporal. Pero yo os pregunto, si aceptamos que donde antes había una playa ahora hay un parque temático, donde antes un psiquiátrico ahora un supermercado, ¿por qué no dejarse implantar dos brazos robóticos que hagan posible la resolución de la paradoja? Se escuchan susurros de inquietud. Podemos ser una empresa pionera gracias al modelo de brazo R2D2, con el cual se puede no ya quintuplicar la producción sino centuplicarla, lo que nos permitiría ofrecer unos precios con los que cubrir el 20 % del mercado mundial y con ello seguir manteniendo a nuestras familias; y todo ello sin que el usuario pierda la sensibilidad que ofertaban los inservibles brazos humanos, y por ello, sin necesidad de echarlos de menos y con la tranquilidad de contar con todas las garantías sanitarias. Como CEO y líder vuestro en esta nuestra lucha por la vida os digo que solo mediante la transformación de nosotros mismos podremos continuar respirando, alimentando a nuestros polluelos, seguir pagando la hipoteca. Solo mediante la transformación de nosotros mismos podremos abrirnos al futuro y ser los pioneros de la nueva vida, del nuevo mundo. Es momento de abandonar nuestra zona de confort. Es momento para devenir en robot y dejar  la muerte para aquellos que no firmen el contrato en el que se acepta el implante de los brazos modelo R2D2. Aplausos.

Yoismo

junio 25, 2019

Yo en las Bahamas. Pasa foto. El otro asiente. Yo en Cuba. Pasa foto. El otro asiente. Yo bebiendo una copa de Moet Chandon en París mientras espero un chuletón flambeado en oro. Pasa foto. El otro asiente. Yo la primera vez que viajé en jet privado a Shanghái. Mira que ojos llenos de ilusión. Pasa foto. El otro asiente. Yo sobre el cadáver de un elefante durante una maravillosa semana de caza en Tanzania. Entra video. El otro asiente. Yo bailando en uno de los clubs más exclusivos de Berlín durante la actuación de DJ Nox. Entra video. El otro asiente. Yo dando el sí en la catedral de Burgos. El otro asiente. Señala con el dedo. ¿Ves ese hombre que entra en el Bentley ahí aparcado? Ese soy yo. Señala con el dedo. ¿Ves a la mujer a la que su criado lleva las bolsas con la ropa que se acaba de comprar en Prada? Ese soy yo. ¿Ves también al criado? Ese soy yo. Señala con el dedo. ¿Ves al trabajador de seguridad en la puerta del centro comercial? Ese soy yo. ¿Y al chico que está registrando? Ese soy yo. Señala con el dedo. ¿Ves al ciclista que acaba de caer y convulsiona sobre el asfalto? Ese soy yo. ¿Y a la samaritana que intenta reanimarlo? Ese soy yo. Señala su cabeza. Al fin y al cabo yo no hay más que uno. El otro asiente.

El mundo contra mi

octubre 7, 2018

Le hubiera gustado presumir de la gran parrillada que promete la recién adquirida barbacoa de piedra, cuya distribución de encimera, campana y repisa de hormigón la hacen única para conseguir el perfecto equilibro de la carne quemada por fuera y sanguinolenta por dentro. Ahora mismo estaría haciéndose un selfie señalando la barbacoa, sonriendo como síntoma de lo maravillosa que es su vida. Lo que ocurre es que ha llovido. Y cuando llueve los frenos de los coches no reaccionan con la misma precisión que en seco y es por eso que le han atropellado y no sabe si se va a morir o no, lo cual le frustra de sobremanera, pues tenía intención de grabar un video en el que salpimentaría la chuleta para provocar que la boca de su comunidad de amigos se hiciera agua.

Mirar

julio 6, 2018

No lo puede tener, pero lo puede mirar. El escaparate está lo suficiente limpio para ofrecer con máxima transparencia el precio del reloj de los hombres dinámicos, flexibles, que miran la hora mientras caminan, no sin antes arremangar la chaqueta de un golpe seco, sofisticado para los ojos que observan. El reloj brilla tanto que hace necesario el uso de gafas de sol para ubicar sus manecillas. Son las diez y diez, la hora de la felicidad.

No puede tener las gafas de sol, pero si cierra los ojos es como si las tuviera. Se siente duro, inaccesible, elegante y por enésima vez dinámico. Esa es la palabra. Dinamismo. El movimiento que hacen posible unos zapatos de cuero de ciervo negro y brillante, de una flexibilidad absoluta y la garantía de que con el tiempo no va a presentar arrugas. Hoy estás en Zúrich, mañana en Bangkok. Avanza. Siempre hacia adelante. Agarrando la maleta del mismo cuero que los zapatos, a los que hace juego, y que guarda documentos que nadie conoce pero de los que emana la colonia del triunfo. Por eso abrir los ojos a la calle molesta. El centro comercial queda atrás y se sumerge en el mundo de las imitaciones. Nadie puede ser el hombre dinámico si lleva gafas falsificadas, abaratadas, plastificadas. Le molesta que no se den cuenta. La realidad es una falsificación de los dioses fotográficos. Los relojes que se amontonan en la parada del tranvía marcan el límite del ser y no ser. Ni siquiera el golpe seco para mirar la hora alcanza la excelencia del modelo. Problemas de espacio. Hay peligro de golpear a alguien. Mejor remangarse discretamente, con vergüenza. Son las ocho y veinte, la hora de la tristeza.

Abrir la puerta del piso es abrirse al deseo de fagocitar en la pantalla los cuatro por cuatro que avanzan sobre sinuosas carreteras. Las ruedas se fusionan en el asfalto y el reloj, que brilla a través de la ventanilla, adorna las manos firmes sobre el volante que dirige hacia una reunión ineludible. El mundo se decide en un cuatro por cuatro que garantiza la llegada al destino. No vas a morir en esta carretera, vas a salir del todoterreno, maleta en mano, retirar las gafas de sol de los ojos para posarlas en el cráneo y así poder observar sin filtros a la chica de labios gruesos que ha abierto la puerta. Pero no puede soñar con el hotel porque el estómago aprieta. Sentado en la taza del wáter sí puede en cambio imaginar mientras lee que le pertenece la mansión donde guarda los balones de oro y los mundiales, las primeras botas de fútbol o el primer contrato millonario. En la mansión se siente familiar, cercano a los suyos, sin olvidar a los amigos del barrio, con los que juega en la cancha que hay en la parte trasera. Pero todo se aleja cuando tiene que tirar de la cadena y descubre que hay sangre en la caquita que acaba de expulsar. La noticia que trae consigo la sangre no se puede falsificar. Son las doce en punto, la hora en la que todo acaba.

junio 12, 2018

El placer de desempaquetar

abril 13, 2018

Siempre recuerda la frustración que sintió cuando intentó abrir una bolsa de patatas fritas que compró por el capricho visual de sentir el almidón y la sal en el paladar. Aunque el fabricante prometía una apertura fácil para disfrutar cuanto antes de la explosión de sabor, se rompió una uña antes de que la bolsa explotara. Apenas pudo salvar unas cuantas unidades, pues la mayor parte cayó en el fregadero que precisamente en ese mismo momento estaba lleno de agua y jabón para desengrasar la sartén en la que había frito unos huevos aquella mañana. Frustración por la promesa de la bolsa y la realidad del fregadero en el que flotaban las ya no sabrosas lonchas. Invertir en sabor no arrojó beneficios.

Desde aquel momento decidió testar por sí mismo aquellos embalajes que se abrían con facilidad, sin creer las leyendas que lo adornaban. Sin embargo, el desencanto no tardó en aparecer cuando la bolsa que mejor se abría, sin esfuerzos, casi sola, pues tan solo había que tirar de una rudimentaria cuerda, no arrojaba el sabor artesano, con foto de abuela incluida, prometido. Ahora era una cuestión de contenidos. O las patatas artesanas carecían de sabor o el fabricante mentía y no eran patatas artesanas, sino desaladas. Para saberlo decidió comprar diversas marcas prometiendo artesanía y la diferencia en el paladeo de la sal con respecto a la primera bolsa era significativa. Esto provocó confusión y finalmente de nuevo frustración. ¿Por qué la bolsa más placentera de abrir no era la que mejor sabor ofrecía?

Urgido de respuestas decidió personarse en la dirección de la empresa para advertirles de la contradicción. Pensaba decirles que no podían ser los mejores en el desempaquetado y después decepcionar con el sabor. También le decepcionó no encontrarse con una gran fábrica con cresta de gallo, pues se encontró con una pequeña nave que daba más impresión a venta al por menor que a gran producción. Llamó al timbre. La abuela de la bolsa le abrió la puerta. No pudo esperar y la atacó. No puede ser, no puede ser… La abuela en lugar de dar un paso atrás y pedir disculpas, decidió dar una explicación. Esto es artesanía pobre. Las freímos con el aceite de girasol más barato, en sartenes de latón y ahorrándonos la sal. Artesanía de familias pobres que antiguamente no podían gastar en sal, ni en aceite, al menos diariamente. Las desaborías patatas fritas de los domingos. No busque sabor en nuestros productos. A lo sumo ofrecemos el auténtico sabor de la pobreza. Pero no se reprima y sienta la libertad de echar usted mismo la sal, usted puede pagarla. La abuela guiñó el ojo y cerró la puerta.

Reconfortado decidió seguir el consejo de la abuela y preocuparse por la sal con la que aderezar aquellas patatas de artesanía pobre. Decidió seguir invirtiendo en libertad y decidió combinar la sal tibetana con el pimiento molido, picante, edulcorado, mayonesa, pasta de guacamole… Hasta que le diagnosticaron tensión alta y colesterol, y le prohibieron todo los aderezos posibles para las patatas. Conmocionado por el riesgo de una muerte imprevista, decidió invertir en salud y reservar las patatas para los domingos, solo para conservar el placer de desempaquetar, pero respetando el desaborío gusto de la pobreza. Hay que confesar que a veces no puede esperar al domingo y ha comprado la bolsa de patatas en, digamos, un jueves, pero como perdón a la indisciplina hay que decir que después de abrirla ha tirado las patatas a la basura. Al fin y al cabo, puede pagarlo, sin costes en los niveles de colesterol, los cuales, es más, se han reducido.

El Día del Daño

febrero 17, 2018

Hoy quiere hacer daño. Ser el Director significa la posibilidad de dañar y hoy quiere hacerlo. Se asoma a la ventana desde la cual puede ver desde lo alto a exactamente treinta y tres cabecitas encaradas a una pantalla. Cada cierto tiempo las cabecitas miran a la ventana y de inmediato vuelven a la pantalla. Sabe que no les gusta que las mire desde lo alto. Que no les guste no significa que les haga daño. También sabe que les molesta que se presente en la sala de pausas cuando hay un grupo de cinco cabecitas reunidas. Interrumpe siempre la conversación y provoca genuflexiones. Mira el reloj. La pausa ha terminado.

Piensa que para hacer daño puede revisar la productividad de cada una de las treinta y tres cabecitas y posar el dedo en la número, por ejemplo, veintitrés. El expediente arroja unas cifras que cuadran con lo esperado en una cabecita. Pero precisamente ahí se encuentra la fuente del daño que quiere causar, que es un daño sin razón, una apetencia con la que se ha despertado y que no puede rehuir, sino afrontar, como aconsejan los manuales del buen manager que el Presidente recomienda a sus directores.

Piensa que sería interesante no arrojarse inmediatamente sobre la cabecita número veintitrés y cree que habría que añadir otra candidata para así poder elegir. Mejor tres, se convence. Entonces busca el dado que guarda en el cajón. Mejor seis. De la número veintitrés a la número veintinueve. Todas cabecitas con expedientes impolutos. Lo cierto es que cada una de la treinta y tres cabecitas tienen expedientes impolutos y eso, como Director, le enorgullece además de arrogárselo como mérito propio.

Antes de tirar el dado se acerca a la ventana. Observa los rostros de los Elegidos. En un mundo donde millones de cabecitas esperan y se cortan con las concertinas de las fronteras de allá abajo, dañar significa… tira el dado… que la cabecita número veintitrés suba a verle al despacho. Sabe que las cabecitas restantes, allá abajo, empujadas por la intranquilidad, inventarán un error fatal de la cabecita número veintitrés para explicar la llamada al despacho, lo cual les motivará para guardar mayor atención a la pantalla.

Abre la puerta. Dañar significa remarcar que no se puede trabajar peor y que no le queda más remedio que despedir. Siéntate y cállate. Pero antes de que puede decir nada recibe una llamada del Presidente que le conmina a subir al despacho. Le ilusiona poder contarle al Presidente que justo estaba ejercitando el Día del Daño mensual que vuesa merced aconsejó en la reunión del pasado día veintitrés. Cree que al Presidente le alegrará saberlo y lo anotará. Mueve la cola. Llama a la puerta.

Siéntate y cállate.

Start Up

febrero 5, 2018

Muchas gracias por venir.

Para empezar me gustaría exponerles mi punto de vista acerca de qué espíritu debe guiar lo que ha convenido en llamarse una Start Up. En concreto, me gustaría exponerles el espíritu que nos guía como emprendedores, el cual no es sino la identificación global del despilfarro. Nuestra empresa entiende el despilfarro como el no aprovechamiento de un recurso, ya sea porque no se le ha identificado como recurso, ya sea porque se carecen de los medios materiales que hagan efectivo el aprovechamiento del recurso.

Dada la formación de nuestro personal, así como de la dirección, nuestra empresa se ha especializado en la identificación y posterior aprovechamiento del despilfarro en el área de recursos humanos.

Pero antes debo decirles algo que no les he dicho. El espíritu guía no está definido por un solo vector. O más bien la energía que anima nuestro vector de negocio es la revolución. Identificar un recurso que no se está aprovechando puede suponer abrir los ojos a una nueva realidad.

Así pues, permítanme arrogarme el derecho de abrirles los ojos a una nueva realidad. No obstante, debo advertirles que en realidad esa realidad ya está ahí y tan solo deberán modificar, o ir un pasito más hacia adelante, en lo que está ocurriendo ahora mismo.

Sé que ya se están preguntando a que nueva realidad me refiero y no voy a entretenerles más, por eso les pido que piensen un momento en la cantidad de cadáveres que yacen en el fondo del mar, en el hecho de que miles de migrantes mueren diariamente en mitad del mar y sus cadáveres se hunden para ser devorados por la fauna marina.

Sé que son ustedes avispados y que empiezan a vislumbrar donde se produce el despilfarro. Para eso les pido que en lugar de sentir molestia cuando mencionamos el incómodo tema de los refugiados, abran sus ojos al modelo de negocio en el que pretendemos sacar provecho de los cadáveres que ahora mismo, sí señores, ahora mismo, se están desaprovechando.

Pero antes déjenme presentarles una serie de estudios en donde se confirma que los conflictos van a multiplicarse por tres en los próximos veinte años y que van a provocar millones de desplazados. Esto significa que vamos a contar con abundancia del recurso que ahora mismo se está despilfarrando, como he dicho antes, en los próximos veinte años con una estimación bastante optimista a cincuenta años vista.

Sé que ustedes se estarán preguntado, con legítima desconfianza, cómo sacar provecho de lo que nadie quiere. Para ello les pido solamente que den ese pasito más allá y vean los cadáveres como alimento, no ya para los peces, sino procesado y apto para el consumo humano.

Nuestra empresa cuenta con un equipo perfectamente intruido de científicos y catadores de carne que nos permitirá certificar la calidad de las carnes que pretendemos ofertar.

Así, en primer lugar, ofrecemos una línea Premium, pensada para paladares exquisitos y exigentes. En la línea Premium se incluyen salazones y embutidos, así como carnes frescas y magras. La línea Premium también estará definida por la exclusividad, pues estimamos encontrar tan solo de un dos a un cinco por ciento de carnes que nuestros expertos puedan incluir en la línea Premium.

Previsto esta que entre un veinticinco por ciento y un treinta por ciento sea carnes de media calidad que haremos atractivas mediante la fabricación de diversos productos de charcutería, tales como chorizos, salchichones, mortadelas y carnes secas, sin temor a añadir la etiqueta de Bio.

En cuanto al resto, aunque pueda pensarse que se trata de carne de calidad pésima, debo decirles que se trata del verdadero foco de negocio que impulsa a nuestra empresa. Para ello contamos con el departamento de Trituración y Refinado en el que está previsto elaborar piensos especialmente elaborados para el mercado de las mascotas y la ganadería intensiva, a la cual estamos en disposición de asegurar una reducción de costes en la alimentación de las bestias de entre un treinta a un sesenta por ciento.

Ya para finalizar, y antes de que hayan decidido invertir en nuestra empresa, me he permitido preparar unas muestras de las exquisiteces que pueden surgir de nuestra línea Premium. Para ello les pido que cierren los ojos y concentren sus paladares en una experiencia gastronómica sin apenas parangón… y después piensen en el privilegio que supone tener el futuro en las manos.

Reintegración laboral

noviembre 7, 2017

¿Puede usted hablar? Sí. Bien, eso es un grandísimo avance. Como empleado nuestro usted ya sabe que la comunicación es primordial en nuestro espacio laboral. Puedo hablar pero no puedo… Le pido que no me interrumpa y que primero escuche y responda a mis preguntas. Antes le informaré que vamos a proceder a un análisis de su operatividad, así que le pido que mueva inmediatamente los dedos del pie izquierdo. Ahora los del derecho. ¿Qué día estamos? Miércoles. Mueva los pies. Ahora las piernas. La cadera. Dedos de la mano derecha. De la izquierda. Manos. Brazos. Y ahora le pido que sonría. ¿Sería capaz de contarme un chiste? Van dos robots y cae el del medio. Debo señalar que esto es positivo en la evaluación sobre su operatividad pero desde el punto de vista del humor es usted pésimo. Continuemos, para lo cual voy a proceder a la evaluación de la cual se derivarán unas recomendaciones que usted deberá aceptar o desechar. Bien, pero antes dígame cual fue el momento más feliz de su vida. No he tenido una vida feliz. Con esta respuesta usted demuestra que está en plenas capacidades mentales para para decidir libremente sobre las recomendaciones que se le ofrecerán. Pero primero pasemos a la evaluación. El sujeto muestra una parálisis total de la parte izquierda del cuerpo, aunque mantiene el habla. ¿Está usted de acuerdo? Sí. Dados los datos, podemos concluir como parte operativa la parte derecha del cuerpo del sujeto. ¿Está usted de acuerdo? Sí, pero… No interrumpa por favor una vez ha respondido. Dado que mantiene operativa la parte derecha de su cuerpo, ¿está usted de acuerdo en que su caso entra dentro de los parámetros del artículo 666 del sub-sub-contrato, según el cual la empresa queda liberada de costear los gastos médicos y el salario del empleado que solicita una baja de larga duración, aunque sí está obligada a ofrecerle un puesto de trabajo según las capacidades resultantes de la enfermedad o como en el caso que nos ocupa, del accidente? No hay respuesta. Le advierto que si no responde el sub-sub-contrato entre usted y la empresa quedará disuelto y estoy seguro que las bocas que esta noche esperan para cenar no van a quedar muy contentas. Así que se lo volveré a preguntar. ¿Está de acuerdo en que las futuras recomendaciones deben ser regidas bajo el artículo 666 del sub-sub-contrato? Sí, aunque tendría que añadir que… Le advierto que no me hacen gracia sus interrupciones. No obstante, voy a ser paciente porque estoy obligado a informarle sobre las recomendaciones: El sujeto cumple los requisitos mínimos para incorporarse a la sección de turbinas, para lo cual se adaptará un asiento que amarre al sujeto de la cabeza a los pies pero libere el brazo derecho. Dada la situación física del sujeto, sus constantes vitales serán monitorizadas para prevenir decaimientos o amenazas para su salud. Creemos asimismo que el sujeto no tiene ningún impedimento para desarrollar la jornada de doce horas dado que el puesto recomendado apenas desgasta el brazo derecho. No obstante, dado que la parte izquierda del cuerpo del sujeto es completamente inoperativa, recomendamos que el sujeto entre dentro de la categoría salarial 66 en virtud de la cual el sujeto tiene derecho al cincuenta por ciento del salario previo al accidente. En caso de que el empleado rechazare el puesto ofrecido, el sub-sub-contrato entre empleado y empleador quedaría disuelto. ¿Está usted de acuerdo con las recomendaciones? Me envía usted a la muerte. Le advierto que acaba usted de rozar el botón de la paciencia con las interrupciones, por lo que la próxima será castigada con un azote. ¿Está usted de acuerdo? Sí. Bien, entonces solo me cabe esperar que sea usted diestro y pueda firmar.

PARLEM/HABLEMOS

octubre 7, 2017

«Ya verás, ya verás, Gabrielillo, lo que te digo. Aquí vamos a ver cosas gordas y es preciso que estemos preparados, porque de nuestros reyes nada se debe esperar y todo lo hemos de hacer nosotros».

Pacorro Chinitas. Cap XXI. La corte de Carlos Carlos IV. Episodios Nacionales.

Benito Perez Galdós.

El fin del mundo

septiembre 25, 2017

Llega cansado a casa. La calle es una continua violación de bocinazos, murmullo, zapateo, motores, politonos del teléfono, gasolina, colegiales en excursión al museo, adventistas del apocalipsis. Cierra la puerta y se hace el silencio. El trabajo es un continuo ir y venir de preguntas sobre cancelaciones de contrato, nuevos abonamientos, quejas por una facturación excesiva y procedimientos para darse de baja. Las respuestas que salen de su boca tienen que estar envueltas por la amabilidad, la paciencia, y si se hace necesario el peloteo. Enciende la luz y se deja caer en el sofá. El silencio pacifica el alma. No quiere escuchar nada hasta mañana, cuando el gorjeo de la cafetera le da energías para salir y enfrentarse al tranvía. Allí volverá al ruido y a las ganas inquebrantables de mandar a todo el mundo por el culo. Pero hasta entonces se estirará un ratito más en el sofá y después escuchará con placer el chispeante sonido de las chuletitas de cordero a la plancha.

Pero todo el encanto se rompe cuando una mosca decide que debe penetrar su oído y el siseante sonido de las alas hace que agite con violencia y rabia la cabeza. Creía que había matado todas las moscas que se atrevieron a instalarse en su casa. Creía haberse deshecho de todas después de una lucha sin cuartel con el insecticida y el periódico gratuito de la tarde. Pero quedaba una y después de buscar su oreja busca sus fosas nasales. Va rápido a la cocina a coger el spray. Pero la mosca no le deja en paz y revolotea, terca,  buscando sus agujeros visibles. Tiene que cerrar la boca. La mosca parece un kamikaze japonés. ¿Querrá venganza por sus compañeras muertas? Esta pregunta hace que el dedo se detenga antes de accionar el botón. Nota ensañamiento en la mosca. Ataca una y otra vez a pesar de los manotazos. ¿Por qué no suponer voluntad de venganza en la mosca? Ha gaseado a toda su familia y ahora está sola y la genética ya no puede seguir su curso natural. Está encerrada en esta casa sin otras moscas con las que procrear. El destino natural se ha quebrado y solo le queda suicidarse atacándole de manera ciega. Es el fin del mundo para la mosca.

Vuelve al sofá para comprobar que la mosca no le deja en paz a pesar de que ha dejado las chuletas de cordero sobre la encimera, ahí, fresquitas, apetitosas. Y así es. La mosca, como queriéndole hacer creer que descansa sobre su cabeza, propicia que se dé un manotazo que le mueve a acabar con todo. Guerra química. Aprieta el botón. La mosca parece haberse emborrachado y la velocidad de los ataques se ralentizan, aunque no cejan. Emborrachado el mismo por la victoria difiere el momento en que asestara el golpe definitivo con el periódico. Ahora es más fácil que nunca. Pero quiere observar como pierde fuerzas y cae panza arriba sobre la mesa. Quiere escuchar el sonido de las patas agitándose antes de ser aplastada por la noticia de un huracán devastador en el caribe. Eres la última. Imbuido del orgullo del vencedor se atreve a abrir la boca para decir que fue una mosca valiente pero… Antes de que puede acabar el discurso la mosca realiza un esfuerzo final y logra colarse por la boca hasta los pulmones. Entonces ambos cuerpos colapsan y el último ruido que se escucha es el del ahogamiento.

Hacer el bien

May 26, 2017

Una cámara de vigilancia por sí misma no presupone nada. Quién sí presupone es el ojo que observa la pantalla. Y lo que presupone en un primer momento es que cualquiera de los que pasan por la zona vigilada puede cometer un delito. La cámara registra tanto el estado de inocencia como el estado de infracción, pero es el ojo que interpreta la imagen el que salta cuando se produce la infracción. Ante la inocencia permanece pasivo. La inocencia no es relevante para el vigilante y eso, mientras come un perrito caliente frente a la cámara, le parece una carencia. Si ante el delito se castiga, ¿por qué no se premia la inocencia? Se pregunta por qué el ojo vigilante no premia a quien hace el bien y queda registrado por la cámara. Así, terminado el perrito, se decide a hacer el bien delante de la cámara de vigilancia hasta que alguien reaccione y le aplauda, por lo menos. Eso sí, alguien que parezca que es el ojo que vigila la imagen que arroja la pantalla. El escándalo del crimen debe ser compensado por el escándalo del bien, se dice a sí mismo.

¿Cómo hacer el bien en una zona donde la gente está de paso, cargada de bolsas y presurosa por ir a sus coches? Parece que nadie necesita ayuda hasta que observa a una viejecita encorvada que apenas puede arrastrar las bolsas de la compra. Se ofrece a llevarle las bolsas hasta la parada del tranvía. Está seguro de que el ojo ha visto eso. Otra oportunidad surge cuando a una mujer que además de cargar con la compra carga con dos pequeños se le desparraman las bolsas. Piensa que es seguro que la cámara ha registrado desde la primera naranja que ha recogido hasta la bandeja de chuletas de cordero como colofón a una bolsa que, según su opinión, esta sobrecargada, por lo que se ofrece a traerle otra. Rechaza los veinte céntimos que la mujer ofrece y se aleja de la cámara convencido de que esta acción es determinante. Sin embrago, la moral se viene abajo cuando tiene que actuar no de manera desinteresada sino para reparar el desastre de las bolsas de la compra que ha roto tras despistarse y chocar con una niña pequeña que por inercia se ha dado de bruces con las bolsas que llevaban sus padres. Le tranquiliza que acepten sus disculpas y que asuma los costes de las bolsas destruidas. Se alejan y al cabo de unos minutos se acercan dos agentes de seguridad. ¿Puede acompañarnos?

¿Quién es tu cómplice? No entiende, pero cuando llegan al cuarto y le muestran las imágenes del incidente con la familia intenta explicarse: Me he despistado, solo eso. No era mi intención romperles las bolsas. ¿Te he preguntado que quién es tu cómplice? La voz del guardia suena amenazadora. No tengo cómplices. No entiendo. He venido solo. Quería ayudar a la gente de manera desinteresada delante de la cámara porque me parecía una carencia que no se premiara el hacer el bien. En cierta forma era una acción reivindicativa. El choque con la familia ha sido un error. Suda. Los nervios erizados. ¿Te crees que somos tontos? Entonces uno de los guardias reproduce el video y señala a un hombre que aprovecha el lío de las bolsas rotas para robar al marido la cartera del bolsillo trasero del pantalón. No puede creerlo. Es una confusión, aunque las imágenes parezcan claras. Los guardias de vigilancia se callan cuando llega la policía y les dan la grabación como prueba. De momento se niega a identificar a su compañero, informan. Es una confusión, balbucea mientras le esposan y le informan de que tiene derecho a permanecer en silencio y a un abogado de oficio en caso de no disponer de uno propio.

Los trocitos que faltan

marzo 23, 2017

Nunca le dijo, cuando novios, cuando era momento de las listas del me gusta y no me gusta para celebrar las coincidencias, que le molestaba que mientras preparaba la comida ella picara de los trocitos que quedan sueltos y con ello le arrebatara a EL quizás el trozo más delicioso que pudiera caer en el plato. Le molesta incluso que se meta en esa bocaza trocitos de zanahoria que EL tanto detesta. Pero ella debería saberlo. Es su obligación. Es una cuestión de respeto que ella le escamotee a EL los trocitos de jamón que faltan. Hay cosas que no se dice, se presuponen, y si se llega al extremo de decirlas es que la falta de respeto ha llegado a ser intolerable. Ahora ya lo sabe. No volveré a hacerlo si tú no lo vuelves a hacer. Te quiero. EL se lamenta de que le duele la mano.

Nunca le dijo, ni siquiera en la noche de novios, que le molestaba que ella llevara falda corta. Lo que pasa es que cuando novios la falda corta, cuando estaban solos en el coche, se convertía en otra cosa y era, antes de que ella subiera a casa de sus padres, las manos en la entrepierna y las tetas. Pero ahora la mano le duele porque ella se creía con el derecho de salir a tomar un café con su madre con falda corta, lo cual multiplicará los ojos que pensarán que es una puta facilona. ¿No lo entiendes? Solo yo tengo derecho a mirarte como a una puta facilona, MI puta facilona. Ella ya sabe que EL no lo volverá a hacer si ella no se vuelve a poner falda corta. Te quiero. La mano se está encalleciendo ante tantas faltas de respeto.

Vuelven a faltar trocitos de pollo y ha descubierto que el hecho de que ella se ponga pantalones vaqueros a EL no le gusta. Debes cambiarte. Nuevo dictamen. La mano se levanta una vez por los trocitos de pollo que faltan y otra para que entienda el sentido de la nueva regla. Lo de los trocitos de pollo le molesta especialmente, pues supone una repetición consciente del delito y levanta otra vez la mano. Sin embargo, esta vez solo amaga, porque el hecho de que ella, con voz de labio partido y pómulo hinchado, cuchillo en mano, le pida que se vaya o llamará a la policía exige mayor sanción. Puño. Nudillos. Hay que atajar la rebelión. Pero la rebelión se ha extendido desde la nariz quebrada al filo del cuchillo y EL no acaba de comprender, mientras se desangra, por qué ella no ha sido capaz de respetar el orden.