Al entrar en casa la máquina le abre suavemente la puerta del excusado en donde le espera un baño con el agua a una temperatura de cuarenta grados. Afuera es invierno. La máquina no puede quitarle la ropa ni ayudarle a entrar en el agua, pero si tiene preparado un vaso de vino blanco que le acompañará junto a una suave melodía. La máquina interpreta los ojos cerrados como una orden de reducir la luz y dar un toque de iluminación de vela. Se ha quedado dormida después del último sorbo. La máquina sabe que el sueño debe durar una hora y media, de modo que lentamente va deslizando un suave pitido que provoca un agradable despertar. La máquina no puede ayudarle a salir del agua ni a colocarse el albornoz ni a mirarse al espejo, pero sí puede interpretar el deseo y modificar la imagen para ofrecerla como perfección de sí misma.
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La perfección
octubre 14, 2009No hay más
junio 12, 2009Los cuerpos se rozan, se miran, se tocan, se mojan, se sudan, se huelen, se respiran, se murmullan y se balancean con los frenos de la máquina cuando realiza una parada. Unos bajan otros suben. No hay alivio del espacio. Alguien grita cuando vuelven a arrancar. No le ha dado tiempo ha bajar, pero la máquina no se detiene, ahogando la protesta.